El doctor Patch Adams divulgó en la Argentina su teoría de la utilidad de la risa para curar y crear buenos ambientes, tanto en la vida como en el trabajo, e irradió un fuerte magnetismo en el Human Capital Forum 2013.
«La risa es un gran regalo y es gratis», arengó. Con una trenza de pelo hasta la cintura -mitad canoso mitad teñido de azul-, con un aro en forma de tenedor en una oreja, una chillona corbata amarilla, camisa naranja, blanca y negra adornada con gallos psicodélicos, pantalón de payaso y zapatillas multicolores, el doctor de 68 años caminaba apasionadamente frente a un expectante auditorio.
En una exposición que hubiese atrapado incluso al filósofo Michel Foucault, autor de «Historia de la locura», el hombre que pasó por tres hospitales mentales e inspiró a miles de doctores en todo el mundo ofreció a un auditorio trajeado la explicación más racional de su desopilante vestuario. «Si una persona se para al lado mío en un aeropuerto, no puede resistir empezar una conversación», comentó entre risas compartidas. «Esto logra conectar con los demás y estoy interesado en afectar el ambiente», agregó Patch Adams luego de explicar los tres peores problemas de la humanidad: la soledad, el aburrimiento y el miedo.
«Ser feliz es una decisión. Es decirse a uno mismo voy a amar la vida. No espero, podría o debería. Se trata de una intención. Y cuando uno está comprometido con esa intención, cuando ama la vida cada segundo, todo funciona», incluso el trabajo, explicó Patch Adams en la apertura -y también en el cierre- del Human Capital Forum, que se desarrolló en el hotel Hilton el jueves último y que se focalizó en las más duras capacidades de desarrollar en el mundo de los Recursos Humanos, aquellas conocidas como las más blandas o, según describía la invitación al seminario, las relaciones con los otros o gestión del talento, y el liderazgo en tiempos de caos e incertidumbre.
Duro crítico de los sistemas de valores del capitalismo, la visión de la salud como mercancía, la búsqueda del dinero y el poder, y de la cultura pop -incluso confesó que odió verse como Robin Williams y que se prostituyó en esa exitosa película que lleva su nombre para poder recaudar dinero para su causa-, Adams contó que creció en una familia de militares y, luego de intentar suicidarse, decidió cambiar su vida y ejercer la medicina durante 48 años, pero siendo, como él define, un activista de la felicidad.
«No necesitamos ser dueños de algo para ser felices. Todo es consecuencia de una decisión. Vivimos en un mundo en el que hay personas mirando y cada uno de nosotros transmite algo. Sólo los muertos no lo hacen -dijo-. Por eso hay que reírse de cualquier cosa. La gente va a querer conectar con vos porque sos divertido y si hay una buena atmósfera el mundo es mejor y, seguro, más honesto.»
«¿Cómo alejarse de las malas sensaciones?», le preguntó una persona del público. «Hay que amar el servicio. Hagan trabajo voluntario. Lo importante es el amor y el cuidado del otro. Pero de eso no se enseña ni una sola hora de estudio en las escuelas.» Luego pidió al auditorio pararse y abrazarse a sí mismos, darse palmaditas en el pecho y decirse a cada uno: «Yo me amo». La risa llenó el auditorio.