El ‘ranking’ se basa en la estimación de la presencia en el aire, el suelo y el agua de los metales pesados, mercurio, arsénico, pesticidas y radionúclidos. Los investigadores tomaron en cuenta también el número de personas potencialmente expuestas al impacto se esos factores de contaminación.
Chernóbyl (Ucrania)
RIA Novosti / Igor Kostin
No es la primera ocasión en la que los expertos elevan a la posición más alta en su lista a la ciudad de Chernóbyl, cuyas inmediaciones están extremadamente contaminadas con elementos radioactivos desde el siniestro que se produjo en abril de 1986. La radiación liberada en aquel entonces fue 100 veces mayor que la la padecida por Hiroshima y Nagasaki juntas. Más de 5.000 personas sufrieron cáncer de tiroides por culpa de los radionúclidos emanados. Más de 5 millones de residentes tuvieron que alejarse de la zona, pero algunos están regresando poco a poco, pese a la prohibición oficial.
Dzerzhinsk (Rusia)
Hace más de una década esa localidad de los Urales entró en el ‘Libro Guinness de los Records Mundiales’ como la más contaminada del planeta en términos de contaminación química. En plena industrialización de los años 1930 Dzerzhinsk se convirtió en un basurero industrial gigante. Desde entonces, y hasta 1998, las plantas metalúrgicas y químicas llenaban sus piscinas con sustancias tóxicas.
Más de 300.000 toneladas de residuos químicos reducen la expectativa de vida media de los hombres residentes en esta ciudad de la provincia de Nizhni Nóvgorod a 42 años y de las mujeres a 47 años. Dioxinas y fenoles se encuentran en el agua subterránea en concentraciones 19 millones de veces más altas que las permitidas.
Bajos de Haina (República Dominicana)
En el centro industrial y portuario más importante de la República Dominicana se produce más del 50% de la electricidad de la que dispone el país, también se encuentra allí su única refinería.
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Al mismo tiempo el conjunto de plantas y fábricas emite al aire 9,8 toneladas de formaldehído al año, además de 1,2 toneladas de plomo, 416 toneladas de amonio y 18,5 toneladas de ácido sulfúrico. Una serie de investigaciones llevadas a cabo en la última década reveló 65 sustancias altamente tóxicas en importantes concentraciones en el ambiente, otras 19 fueron denominadas ‘simplemente’ como «peligrosas».
El 93% de los pacientes de los centros sanitarios locales que necesitaron asistencia por distintas enfermedades fueron diagnosticados también con asma, el 83% con bronquitis crónica o aguda.
Kabwe (Zambia)
La ciudad cuenta con una mina de extracción de zinc y de plomo que casi se agotó. Estaba en funcionamiento desde que el país era una colonia británica hasta no hace mucho tiempo. Pese al cese de los trabajos dentro del medio urbano, la contaminación sigue causando estragos entre la población, conformada por unos 255.000 habitantes.
Los metales pesados causan mucho daño a la gente, se encuentran en el aire y en la arena. También se encuentra altamente contaminado el ganado. Según pronostican los ambientalistas, dicha contaminación persistirá por mucho tiempo.
La Oroya (Perú)
Si en alguna parte de América Latina puede decirse constantemente la célebre frase de «aquí huele a azufre» es en el centro de minería y metalurgia peruano, San Jerónimo de la Oroya. Además de este elemento no metálico, la zona se especializa en la extracción de zinc, cobre y metales pesados como el plomo.
Las grandes compañías mineras, tanto nacionales como extranjeras, asentadas allí desde el siglo XIX, hicieron poco o nada para paliar los efectos de contaminación del aire.
Como consecuencia, cerca de 35.000 personas están expuestas a una incesante intrusión en sus organismos de esos elementos. El 99% de los niños residentes en el área presentan plomo en su sangre, lo que conlleva múltiples patologías cerebrales y vertebrales y especialmente problemas de crecimiento.
Linfen (China)
La industria china del carbón, que durante décadas usaba una tecnología primitiva e incumpliendo las normas ambientales más elementales, convirtió los barrios e inmediaciones de la ciudad china de Linfen en una amenaza constante para el sistema respiratorio de 3 millones de habitantes que inhalan diariamente partículas de carbono.
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