Era hora de que la Organización Mundial de la Salud se expidiera sobre el tema de los celulares y su posible relación con el cáncer de cerebro. Por varios motivos.
Primero, ya nos habíamos desensibilizado respecto del tema, principalmente porque había docenas de estudios, cada uno llegaba a un resultado diferente y, peor aún, se sacaban conclusiones muchas veces opuestas sobre los mismos resultados. La credibilidad de todo el asunto estaba más o menos en el nivel de los estudios sobre ovnis y estas noticias ya no llegaban a la primera plana ni con propulsores de combustible sólido.
Esta falta de credibilidad resulta pésima para las políticas sanitarias porque al final creemos que todo es un cuento chino, y si un gobierno intenta hacer alguna clase de recomendación, promulga una ley o tiene la peregrina idea de regular algo relacionado con nuestro uso de una tecnología, no le prestamos atención. Por nuestra parte, si antes habíamos adoptado alguna clase de precaución, la vamos abandonando. Le damos lugar al escéptico pero trágico no pasa nada.
El núcleo de la noticia no es, pues, que los celulares causen cáncer -de hecho, no es eso lo que dijo la OMS-, sino que por fin la autoridad máxima en estos asuntos se haya hecho cargo del enigma. Ni los fabricantes, que venden los equipos, ni los enemigos de cualquier cosa electrónica, porque se toman el asunto de forma emocional, ni los gobiernos, que o temen tomar medidas antipáticas o perciben beneficios de diferente índole por la fabricación y venta de celulares, eran voces calificadas.
Sí, claro, lo son las de las prestigiosas universidades e institutos que indagaron el efecto de los celulares sobre la salud, pero como las emisiones de las radios de los móviles no son francamente cancerígenas (han sido, precisamente, ubicadas en el Grupo 2B), entonces no importaba cuán seria fuese la metodología ni cuán extenso el grupo de estudio; al final, todo dependía de las interpretaciones, que las había tantas como las que se han escrito sobre Un perro andaluz .
Además de oportuna, la declaración de la OMS me parece muy juiciosa. Puede estar completamente equivocada, quizá los celulares son más inofensivos que el puré de calabaza o quizá son terriblemente letales, pero por eso digo que la OMS se comportó de forma responsable. Puso a los celulares en la misma categoría de sustancias, radiaciones y condiciones ambientales en la que se encuentran (anote) el café, el mate muy caliente, los gases de escape, apagar incendios, trabajar en una tintorería y colocar alfombras.
El caso del mate es particularmente significativo; asustó a muchos, de entrada, porque aquí y en Uruguay tomamos esta infusión a diario y durante horas; enseguida verá que, en un sentido, está relacionado con los celulares. La posible relación entre el mate y el cáncer se basa en beber constantemente un líquido, no importa cuál, a temperatura muy alta, casi hirviendo.
Si se lo pone a pensar, beber durante muchas horas por día de forma regular no es algo que hagamos normalmente; excepto con el mate. Si lo hacemos, además, con el agua casi hirviendo, la agresión constante del calor sobre la lengua y la faringe coloca a nuestro querido mate en el Grupo 2B. ¿Cuál es el parentesco entre esto y la telefonía móvil? Que usar el celular es una cosa y hablar tres horas por día con el celular pegado al parietal durante diez años seguidos es otra muy diferente.