Desde los años 1960, se ha demostrado que los clorofluorocarbonos (CFC, también llamados «freones») tienen efectos potencialmente negativos: contribuyen de manera muy importante a la destrucción de la capa de ozono en la estratosfera, así como a incrementar el efecto invernadero. El protocolo de Montreal puso fin a la producción de la gran mayoría de estos productos. Utilizados en los sistemas de refrigeración y de climatización por su fuerte poder…Seguir leyendo