¿Alguna vez ha escuchado a alguno de sus compañeros de trabajo utilizar una expresión como la que encabeza este artículo? Aunque se utilice coloquialmente para referirnos a una experiencia puntual de extenuación, tal vez no sepa que realmente existe un síndrome relacionado con esta sensación: el síndrome de quemarse por el trabajo o burnout.
El burnout comenzó a investigarse en trabajadores de profesiones relacionadas con el ámbito médico, donde se observaba un deterioro en la relación con los pacientes y el rendimiento de los trabajadores quemados. Con el tiempo, se comprobó que este síndrome se manifiesta también en otras profesiones caracterizadas por la interacción social, como los profesores y los trabajadores de call-centers. Hoy día, como la interacción social es una parte sustancial de prácticamente cualquier puesto de trabajo, se dice que cualquier trabajador, sea cual sea su ocupación, puede padecer burnout.
Pero, ¿En qué consiste realmente el burnout? Se trata de una respuesta del trabajador ante el estrés laboral crónico, que se traduce en que la persona experimenta una serie de percepciones y comportamientos que podemos agrupar en tres categorías: agotamiento emocional, despersonalización y percepción de falta de eficacia profesional.
El agotamiento emocional se refiere a que la persona se siente exhausta emocional y físicamente, como si las circunstancias le sobrepasasen. Realizar la actividad laboral diaria le supone un tremendo esfuerzo, y el descanso no consigue que se recupere.
La despersonalización se traduce en que la persona empieza a sentir distanciamiento con la gente con la que interactúa en el trabajo. Se conoce despersonalización porque el trabajador deja de contemplar a los demás como individuos, singulares y con sus propias necesidades y expectativas, y comienza a pensar en ellos como una cosa más que tienen que aguantar para hacer su trabajo.
La percepción de falta de realización personal se refiere a que la persona cree que no es capaz de trabajar adecuadamente. Esto no tiene por qué ser cierto, aunque sin duda, cuestionar nuestra competencia es el primer paso para dejar de desempeñar adecuadamente nuestro trabajo.
Las consecuencias del burnout se traducen en cambios actitudinales y comportamentales para el trabajador, como son sentimientos de apatía, soledad, etc. pero también físicos, como dolores de cabeza y de espalda. La empresa también padece las consecuencias del burnout, pues el trabajador quemado verá reducido su rendimiento y su compromiso con la organización, además de un incremento del absentismo y el deseo de abandonar la organización.
Dado que el burnout es un síndrome sustentado en las percepciones del trabajador, podría pensarse que su origen está exclusivamente en el individuo. Nada más lejos de la realidad: Aunque algunas personas tienen mayor predisposición a padecerlo, la investigación científica ha mostrado de manera consistente que los principales desencadenantes del burnout son aspectos psicosociales de la vida laboral, tales como la sobrecarga de trabajo, la existencia de demandas incompatibles, la escasez de recompensa, o la falta de equidad dentro de la empresa.
Dada su relevancia, ¿Cómo podemos prevenir la aparición de trabajadores quemados? El burnout es un riesgo laboral y, como el resto de los riesgos laborales deben ser evaluados en toda empresa. En caso de existir riesgo de aparición, deberá adoptarse un enfoque preventivo, interviniendo sobre estos aspectos psicosociales existentes en la organización para que las condiciones de trabajo sean lo más saludables posibles.